Recorriendo Costa da Morte

La historia de Galicia está directamente relacionada con el mar y este es el caso de una de sus zonas más salvajes e impresionantes, Costa da Morte. El nombre que recibe este lugar se debe al peligro que suponía para las numerosas embarcaciones navegar por sus aguas debido a sus numerosos cabos, ensenadas y rías y al gran número de naufragios que aquí han sucedido.

De hecho, de los 1379 el número total de naufragios documentados en Galicia, 643 sucedieron en la Costa da Morte. Aunque el principal atractivo de la ruta por esta zona es su borde litoral y su ruta de los faros, en los territorios de interior también se pueden encontrar otros lugares de gran interés histórico que visitar.

Costa da Morte está formada por un total de 17 municipios : A Laracha, Carballo, Malpica, Ponteceso, Laxe, Zas, Vimianzo, Cabana de Bergantiños, Camariñas, Dumbría, Coristanco, Mazaricos, Fisterra, Muxía, Cee, Corcubión y Carnota.

Son muchas las rutas que llevar a cabo por Costa da Morte. Todo depende de los días de los que dispongamos y del tiempo que podamos dedicar a conocer esta zona. En el caso de querer hacer un recorrido de un día podemos hacerlo comenzando desde el pueblo pesquero de Noia y terminar disfrutando de un impresionante atardecer frente a la costa de Muxía.

Noia no sólo tiene olor a mar y tradiciones marineras sino también patrimonio, espacios naturales y playas. Muy cerca de Noia se encuentra Muros, una localidad que sigue viviendo hoy en día de la pesca como principal motor económico. Una tradición marítima impregnada en cada uno de sus rincones donde destaca el mar como epicentro de la vida del pueblo.

Siguiendo desde Muros, la siguiente parada obligada es la de Dumbría, donde se encuentra su imponente cascada de Ézaro. Esta es la única de Europa que desemboca en el mar, lo que la dota de un paisaje realmente espectacular. Esta, junto a su ya conocido mirador y la parroquia Santa Uxía de Ézaro, conforman uno de los lugares más singulares de esta ruta.

Desde Dumbría en apenas unos kilómetros y recorriendo el litoral gallego se llega hasta Finisterre, la localidad más conocida de Costa da Morte. Finisterre o Fisterra fue considerado durante siglos el límite de las tierras conocidas y la frontera del Más Allá, el Fin del Mundo. Por eso, este lugar siempre ha estado ligado a diferentes leyendas y a un misterio que envuelve a todos aquellos que lo visitan.

El pueblo de Finisterre está unido por una pequeña carretera al cabo y el faro. En el trayecto se puede disfrutar de unas impresionantes vistas de la línea de costa y la ría de Corcubión. El faro de Finisterre es el más visitado de Europa y, además, es el que más cerca se encuentra del continente americano. Fue construido en 1853, a 138 metros sobre el nivel del mar. Está formado por una torre octogonal, la casa del farero y una plaza de homenajes ofrendada al general San Martín.

Es conocido por todos los navegantes del mundo, por su importancia como medio de advertencia de la proximidad de una costa sumamente peligrosa (su luz llega a alcanzar 65 Km de longitud), así como por la fama de traicionera de esta zona marítima. Desde aquí se descubren impresionantes panorámicas de la infinidad del océano así como de la Ría de Corcubión y la costa de Carnota, sobre la que destaca el conjunto granítico de los montes de O Pindo.

La condición de ‘fin de la tierra’ es también un aliciente para emprender el Camino de Santiago, pues todo viajero desea llegar siempre más allá, hasta el final del camino. Por eso, este se ha convertido en una de las opciones más elegidas por muchos peregrinos que una vez han llegado a Santiago de Compostela desean seguir su camino hasta Finisterre.

Además de su famoso faro, Finisterre también cuenta con unas impresionantes playas entre la que destaca la Langosteira. Se trata de una playa semiurbana de 26 metros de ancho y 1.970 metros de largo que cuenta con un gran número de rocas y vegetación que hacen de ella un lugar incomparable.

Desde Finisterre y buscando uno de los atardeceres más impresionantes de Costa da Morte, y menos concurridos, se puede llegar hasta el pequeño pueblo costero de Muxía. De él no solo destaca su casco histórico y su puerto sino también de la intensidad y bravura de una de las costas más agrestes y salvajes de toda España.

Muxía, además, es también una de las paradas del Camino de Finisterre siendo o un lugar de paso o uno de los dos lugares finales a los que poder peregrinar. Muxía, es una tierra rica en leyendas, misterios y mitos que permite adentrarse y descubrir uno de los lugares con más carácter de toda Galicia.

Llegar hasta Muxía es hacerlo a través de su puerto deportivo desde donde la localidad desprende un ambiente marinero y observar las cargas y descargas de pescado, acercarse hasta la vertiginosa e intensa lonja muxiana. La peculiaridad y es que se trata del único lugar de toda Europa donde se conservan secaderos de congrio.

Muy cerca se encuentra el santuario de la Virgen de la Barca. Cuenta la leyenda que fue aquí donde la Virgen llegó en una barca para infundir ánimos al Apóstol Santiago. Al lado de este enclave realmente impresionante se encuentra un monolito de 400 toneladas y 11 metros de altura, obra del escultor burgalés Alberto Bañuelos, que homenajea a todos aquellos voluntarios que trataron de frenar el desastre ecológico del Prestige.

También junto al santuario de la Virgen de la Barca se encuentra otra de las paradas imprescindibles que ver en Muxía. Aunque el faro de Muxía no destaca especialmente por su belleza arquitectónica, sí lo hace por el precioso entorno en el que se encuentra. No sólo es un lugar ideal para disfrutar de la puesta de sol sino también para apreciar la bravura de las aguas del océano Atlántico.

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