Una Navidad de cuento en Berlín

La capital de Alemania es uno de los destinos más visitados de Europa por la historia y cultura que ofrece siendo un ejemplo de cómo una ciudad puede ser capaz de resurgir de sus propias cenizas como fue el caso de Berlín tras haber sido completamente destruida durante la II Guerra Mundial.

Aunque no cuenta con el mismo encanto que otras urbes europeas como pueden ser París, Viena o Praga, esto es, precisamente, lo que la hace diferente. Una ciudad cosmopolita que ha sabido evolucionar y adaptarse a los tiempos y hoy se ha convertido en un auténtico reclamo para artistas venidos de todas partes del mundo.

Pasear por sus barrios, descubrir locales únicos y disfrutar de un espacio multicultural son solo algunas de las muchas cosas que se pueden vivir en apenas unos días en Berlín. Además, si visitamos la ciudad en Navidad, su atractivo aumenta ya que es una de las capitales europeas que más actividades ofrece por estas fechas.

Sus conocidos mercadillos navideños inundan la ciudad durante estos días, desde finales de noviembre y hasta el 31 de diciembre, más de 50 de estos espacios se reparten por la ciudad para el disfrute de los berlineses y los visitantes que no quieren perderse una experiencia navideña única.


Los mercadillos navideños son una de las tradiciones más extendidas en Alemania. En los lugares más emblemáticos de Berlín se levantan estos emplazamientos donde se puede comprar regalos y adornos de decoración navideña además de degustar comida típica, bebida caliente como su famoso vino y encontrar pequeños escenarios con conciertos y actuaciones en vivo.


Además, hay algunos que cuentan incluso con pistas de hielo y la mismísima presencia de Papá Noel o Santa Claus quien, abordo de su trineo, recorre el cielo de estos mercadillos para disfrute de pequeños y mayores que se contagian del espíritu de la Navidad.


Este es el mejor plan para realizar durante estas fechas en Berlín una vez anochece pero durante el día, la ciudad sigue ofreciendo innumerables plantes para poder realizar. El primero, recorrer todo el centro de la capital. Empezando por uno de sus emblemas, Alexanderplatz. Desde aquí y hasta la Puerta de Brandenburgo se pueden conocer sus insignias más representativos a través de un paseo de algo más de 2 kilómetros.

Alexanderplatz es reconocible por su gran ícono, la torre de televisión de 368 metros de altura y visualizable desde cualquier parte de Berlín. Construida por los soviéticos cuando se levantó el Muro de Berlín, desde aquí se puede tener una vista panorámica de la ciudad subiendo a través de su ascensor.


Aquí también se encuentra la Fuente de la Amistad entre los Pueblos, la Galería Kaufhof y el Reloj de las Horas del Mundo. Este último ofrece las horas de numerosas ciudades del mundo. En esta plaza se ubica una gran estación de tren desde la que poder moverse hasta diferentes partes de la ciudad y, también, del país.


Muy cerca de la Alexanderplatz se localiza el Rotes Rathaus o Ayuntamiento Rojo, sede del alcalde y del gobierno del estado federal. Fue construido entre 1861 y 1869 y cuenta con un estilo renacentista del norte de Italia. Sufrió graves daños durante los bombardeos aliados de la II Guerra Mundial hasta su completa reconstrucción en 1950 siendo ahora uno de los edificios más singulares de Berlín.


Detrás del Ayuntamiento se ubica el barrio de Nikolaiviertel, la zona residencial más antigua que visitar. Fue un barrio medieval que tras haber quedado completamente destruido se volvió a levantar con los mismos planos ya existentes con el objetivo de recordar al antiguo Berlín. Esta zona es, sin duda, una de las que más encanto guarda de la ciudad.


A continuación, siguiendo nuestro recorrido, se halla la Catedral de Berlín, ubicada cerca del Río Spree y de la Isla de los Museos. Destaca en el exterior por su cúpula de cobre de color verde siguiendo así es estilo de los templos religiosos de esta parte de Europa.


En este mismo lugar se encuentra la conocida como Isla de los Museos donde se pueden encontrar varios dedicados a distintas temáticas. Sin duda, uno de los lugares más especiales para todos aquellos amantes de la historia, escultura o pintura.

A través de la parte norte de la Isla de los Museos se llega hasta el Barrio Judío, una de las zonas más interesantes de Berlín y donde se pueden encontrar las huellas de la gran comunidad judía que vivía en esta zona antes de la II Guerra Mundial.

Rosenstrasse es la calle en la que se erigió el monumento Block der Frauen, dedicado a las mujeres alemanas casadas con judíos que consiguieron con sus manifestaciones, que sus maridos no fueran enviados a los campos de concentración. A través de esta calle también se puede comenzar la ruta por los pasajes y edificios modernistas. También se puede pasar por el Dead Chicken Alley, un callejón lleno de graffitis y uno de los lugares más ‘berlineses’.

Además, también se localiza el Memorial Jewish Cemetery, un cementerio judío en el que solo se conserva la lápida del filósofo Moses Mendelssohn y también se puede visitar la Sinagoga Judía. Durante todo este recorrido llama la atención las numerosas placas doradas instaladas en el suelo y en las que se puede leer el nombre de la familia judía que vivía en el edificio de enfrente antes de que fuera enviada a los campos de concentración. Este barrio es ideal para degustar el currywurst, el plato más típico de Berlín, en el local Curry 61.

Volviendo a la Catedral de Berlín y siguiendo por Unter den Linden, la avenida más importante de la ciudad que la comunica con la Puerta de Brandenburgo, podemos encontrar la Bebelplatz, antiguamente llamada Opernplatz y considerada una de las plazas más emblemáticas que ver en Berlín. Está flanqueada por diferentes edificios históricos cómo la Ópera de Berlín, la Universidad Humboldt, la Antigua Biblioteca y la Catedral de Santa Eduvigis.


Esta plaza guarda mucha historia ya que fue escenario en 1933 de la quema de miles de libros de algunos autores censurados por los nazis. Años después, esto dio lugar a un monumento en el que se pueden observar hileras de estanterías vacías a través de una pequeña ventana de cristal situada en el suelo.

Enfrente, la Nueva Guardia, un edificio construido en estilo neoclásico en 1818 con el que se conmemora la derrota sobre las tropas de Napoleón. En su interior, la escultura de una mujer sosteniendo en sus brazos el cuerpo sin vida de su hijo.

Al final de Unter den Linden, se puede contemplar la majestuosa Puerta de Brandeburgo, una de los pocos monumentos que lograron sobrevivir a la guerra. Se trata de una antigua puerta de entrada a la ciudad y está situada en la Pariser Plaz.

Fue inaugurada en 1791 y ha sido testigo de la mayoría de grandes momentos históricos de la ciudad como el desfile de las tropas de Napoleón y Hitler. Destaca por la cuadriga de cobre que representa a la Diosa de la Victoria situada en la parte superior. Durante la construcción del Muro de Berlín, quedó situada en la frontera de las dos Alemanias y hasta que no cayó no pudo recuperar su esplendor y volver a convertirse así en el icono de Berlín.


A pocos metros de la Puerta de Brandenburgo se levantó hace unos años el Monumento al Holocausto. Fue construido en recuerdo a los judíos asesinados por el régimen nazi y está formado por varios pasillos entre los que se alzan unos bloques de hormigón de diferentes alturas. La mejor forma de recorrer este lugar es hacerlo en silencio y dejándose envolver por la atmósfera que genera en el visitante.


El Muro es el otro gran emblema de Berlín. Fue construido cuando terminó la II Guerra Mundial dividiendo la ciudad en dos, oriental y occidental. Duró en pie 28 años, hasta el 9 de noviembre de 1989, cuando cayó y se dio comienzo a la reunificación de las dos alemanias.


Durante todo este tiempo, sus 4 metros de altura separaron familias y crearon situaciones personales realmente dramáticas. Miles de personas arriesgaron su vida para pasar desde la parte oriental a la occidental, creando planes de escapatoria de película.


Muchos de ellos murieron en el intento y jamás pudieron escapar de la parte oriental, donde miles de berlineses quedaron atrapados sin posibilidad de poder aspirar a una vida mejor. La parte que mejor se conserva es de más de 1 kilómetro de largo y es conocida como East Side Gallery. Aquí se han realizado numerosos grafitis que van cambiando con el tiempo aunque hay alguno que se conserva como parte identificativa de él. Es el caso del dibujo del beso entre dos líderes comunistas y el del coche saliendo del muro.


Al final del muro, el puente de Oberbaum que cruza el río Spree y separa los distritos de Friedrichshain y Kreuzberg. En esta misma parte se puede disfrutar de la mejor hamburguesa de Berlín, la de Burguermeister, uno de los locales más emblemáticos de la ciudad. Conserva su emplazamiento original ya que está situada en lo que fueron los lavabos de una estación de metro.


Si seguimos hablando de la Guerra Fría, una de las grandes protagonistas de la historia de Berlín, hay que hacerlo de Checkpoint Charlie, el punto de control para cruzar el muro más famoso de la ciudad. Fue testigo de todo tipo de huidas así como de conflictos para poder pasar desde el lado oriental al occidental. Todavía conserva una reproducción del puesto de control además de un museo.


A pocos metros desde este lugar también se puede visitar el museo Topografía del Terror, donde se puede ver en primera persona algunos restos del muro y una exposición sobre lo que fueron aquellos años.


Actualmente, Berlín es la capital del estado federal de Alemania. Símbolo de la historia actual del país es el Reichstag o Parlamento Alemán, otro de los lugares más singulares que poder visitar. Es de estilo clásico y tiene en su gran cúpula de cristal, diseñada por el arquitecto Norman Foster. Se puede subir a la cúpula y divisar desde aquí unas vistas privilegiadas de la ciudad.


Berlín está repleto de tabernas y restaurantes típicos en los que poder probar y disfrutar de la gastronomía bávara. Uno de ellos es Hofbräu Wirtshaus, donde degustar desde las originales salchichas blancas de Múnich hasta el cerdo asado y las delicias originales de otros países como Austria. Todo ello, por supuesto, acompañado de unas enormes jarras de cerveza.


Otro de los restaurantes más buscados es el de Maximilians, donde destaca su decoración y la vestimenta con la que van ataviados sus camareros.


Una de las visitas imprescindibles para completar la visita a Berlín es la del campo de concentración de Sachsenhausen, ubicado en la población de Oranienburg, en Brandeburgo. Fue construido por los nazis en 1936 para confinar o liquidar masivamente a opositores políticos, judíos, gitanos, homosexuales, y, posteriormente también prisioneros de guerra y, finalmente, a Testigos de Jehová. Se calcula que, aproximadamente, 50.000 prisioneros de todo tipo fueron asesinados dentro del campo.


Con la ocupación soviética de Alemania Oriental, entre agosto de 1945 y la primavera de 1950, fue transformado en un campo especial del NKVD donde se recluyó a unos 60.000 presos políticos, así como a militares y funcionarios del III Reich. 12.500 de ellos murieron, en su mayoría de malnutrición y enfermedad.

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